Alguna vez, durante una agradable tarde en el parque, ¿te percataste de cómo la naturaleza de repente se silenció? Una alarma de carro disparada, un grito de un niño reclamando atención de su mamá, una colilla de cigarrillo quemándose y el manoseo de una parejita recién formada se hicieron más audibles; pero fue porque los pájaros dejaron de cantar, los perros no ladraron más, las ardillas pararon de masticar, el viento se apagó y el sol se escondió. Una tensa calma natural se apoderó de tu día de campo citadino, sin que pudieras entender el motivo. Aunque, con el pasar de unos minutos, una sorpresiva gota de lluvia que cayó en tu cabeza, seguro te hizo recordar un sabio adagio popular: “Después de la calma, viene la tormenta; y después de la tormenta, viene el resfriado”. ¿No era así?
Supongamos, nada más por un instante, que estás en lo correcto. Asumamos que tus papás no se equivocaron, al repetirte el refrán que escucharon de tus abuelos. Entonces, si un aguacero es sinónimo de malos presagios, ¿el dios de la lluvia es el mismísimo Diablo?, ¿o más bien es el mismísimo Dios cuando está llorando?, ¿no debería llorar todos los días, al ver lo que su creación ha hecho con el planeta que le prestó? ¿Es tan tormentoso para ti tener la ropa mojada? ¿Prefieres conservar tu peinado, por encima de que tu ciudad abastezca el acueducto? ¿No se supone que los besos más románticos son bajo la lluvia?
Tu mente se debe estar llenando de nubarrones en estos momentos. Calma, es una buena noticia. Los meteorólogos aseguran que hay probabilidades de diluvio universal del 99% en tu cerebro. Te pido calma una vez más, es lo mejor que te puede pasar. La feroz tormenta eléctrica estrellará rayos sobre cada uno de los clichés de autoayuda que han regado sobre ti, y aprenderás a bailar en la lluvia. El problema para ti, será cuando llegue el resfriado.
Contrario a lo que pensabas, la tormenta no es tu enemiga, sino una invitación al cambio. Aunque es más que obvio que tú no la necesitas, porque tienes una vida muy, muy, muy feliz. No cambies lo que ya funciona. Sigue con ese trabajo que te hace odiar los lunes, ni se te ocurra terminar tu relación sentimental sin sexo y tampoco modifiques tus hábitos alimenticios que te hacen creer que la ropa se ha encogido. Al menos que, en una tarde nublada, te caiga una sorpresiva lágrima del mismísimo Dios en tu frente; o del mismísimo Diablo –depende de cual sea tu superstición–, en cuyo caso sería un sorpresivo gargajo.
Gota a gota o gargajo a gargajo tu zona de confort se verá inundada por una desbordada incertidumbre, porque te tocará aceptar, públicamente, que tu vida es imperfecta. Aceptarás que no te gustaba tu trabajo, justo cuando te despidan. Dirás que tu alma gemela siempre te fue infiel, en el instante que te reemplace con una nueva alma gemela. Reconocerás que necesitas renovar tu ropero, luego de que se desprenda disparado el botón del pantalón que quisiste abrochar a las malas. Llorarás. Sufrirás. Llamarás a pedir a perdón en la madrugada, a pesar de que no hayas tenido la culpa…
Sin embargo, previo a la inclemente tormenta, te tratarán de alertar a través de rocíos mañaneros y lloviznas aisladas, pero tú los ignorarás. Un compañero de trabajo te preguntará si nunca has pensado en convertir a tu hobby en tu profesión, y tú lo mirarás despectivamente porque asumirás que quiere quedarse con tu empleo. Tu novio, a regañadientes, te dirá que estás un poquito pasadita de kilos, y tú te enfurecerás asegurando que él es un superficial. Tu mejor amigo te confesará que vio a tu pareja entrar a un motel acompañada de un jovencito musculoso, y tú creerás en la palabra de tu pareja y no volverás a dirigirle la palabra a tu mejor amigo. La parte más divertida será cuando la lluvia arrecie, porque tu cara dejará en evidencia que nunca sospechaste nada; los truenos, rayos y centellas serán una total sorpresa para ti… y rezarás para que pronto llegue la calma, cuando, precisamente, la tormenta ha venido a rescatarte para despertarte de tu letargo…
La calma después de la tormenta lo único que te trae son aguas estancadas, y con ello los malos olores, la conjuntivitis, el dengue y el padecimiento de un mocoso resfriado. Es en esa etapa cuando encuentras una nueva pareja, un nuevo empleo más cerca de tu casa y una nueva marca de ropa que se ajusta a tu figura; en otras palabras, supones que estás superando los obstáculos cuando sustituyes a los actores, pero los personajes siguen siendo los mismos. Y no te vas dar cuenta de tu evidente falta de criterio, sino hasta la próxima temporada de lluvias.
Hasta una próxima verdad humanamente irracional, Amigos de lo Salvaje.
Lucano Divina
Comandante Macondo de la Revolución Animal
Selvas de Suramérica, agosto 15 de 2013
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